Tan absorto se encontraba sumido en la vorágine de pensamientos que rebotaban una y otra vez en las paredes de su mente, que apenas si pudo percatarse de la mano que golpeaba suavemente en su hombro reclamando un poco de atención. La azafata que le había dado la bienvenida al vuelo IB8688 hacía apenas unos minutos le indicaba, con una sonrisa rutinaria y claramente prefabricada, que no estaba permitido el uso del teléfono ni de ningún dispositivo electrónico a bordo durante el vuelo. Al instante, abandonó su ensimismamiento y, devolviéndole la sonrisa a la auxiliar de vuelo, se quitó los auriculares para cumplir con la normativa. Las notas del "Paradise City" de los Guns´N Roses siguieron sonando en su cabeza durante unos segundos, a pesar de que había desconectado el reproductor mp3 del móvil. "Take me down to the paradise city, where the grass is green...", tarareaba mentalmente mientras sus dedos buscaron y encontraron con facilidad pasmosa y cotidiana el botón para apagar el teléfono. La canción seguía reverberando a modo de eco dentro de él: "...and the girls are pretty...", susurró. Esta vez, la estrofa escapó como un fugaz suspiro, tenue y sinuoso, de sus labios levemente entreabiertos. El tipo orondo que ocupaba generosamente el asiento vecino interrumpió por un momento la lectura del periódico que sostenía con ambas manos, giró levemente el cuello para mirarle, y arqueó una ceja en un gesto realmente cómico y espontáneo. Con un movimiento seco ejecutado al unísono con ambas muñecas, dispuso el diario de nuevo para la lectura y volvió a sumergir la cabeza entre las grises y finas capas de papel, dispuesto a seguir devorando grandes porciones de la más rabiosa actualidad política.
La breve y orquestada ceremonia del voluminoso pasajero del asiento contiguo ni le inmutó. Su dedo frenó en seco cuando estaba a punto de apretar el off, y durante unos segundos, se detuvo a contemplar la foto que usaba a modo de fondo de pantalla. Desde allí, unos profundos ojos claros del color del mar antes de la tempestad se encontraron con los suyos, contagiándole de iris a iris ese espectacular brillo, propio de piedras preciosas, mientras la boca situada bajo aquella mirada esbozaba una sonrisa extraordinariamente cálida y acogedora, que hizo que el vello de su nuca se erizara y un escalofrío descomunal le surcara por toda la espalda, casi despegándolo de su asiento. La misma sonrisa que le había devuelto la suya, extraviada tiempo atrás, pintándola de forma indeleble en su rostro...
"And the girls are pretty...", susurró de nuevo, y ejerciendo una ligerísima presión con su dedo, hizo entrar al teléfono móvil en el coma del flight mode, mientras el rostro que le había iluminado el suyo propio se desvanecía lentamente de la pantalla, pero no de lo más profundo de su cabeza, donde lo llevaba felizmente grabado a fuego desde hacía ya nueve meses, que a él le habían parecido terrible y exageradamente eternos. Intentaba tomar conciencia de lo que había supuesto todo ese tiempo, y no pudo evitar sonreir irónicamente al pensar en los nueve meses transcurridos... Una vez más, el destino se la volvía a jugar y, teniendo en cuenta que no le agradaban los críos en absoluto, le había hecho pasar por esa situación tan curiosa: un "embarazo" muy particular. Pero había llegado la hora del parto, y tenía muy claro que iba a ser sin dolor.
Efectivamente, todo estaba llegando a su final. Sólo una hora y cuarto sobrevolando el país, y se encontraría disfrutando de su nueva y flamante vida. Tan sumergido se encontraba en ese océano de ilusión, que no había notado que el avión se encontraba desde hacia rato posicionado en la pista de despegue, y que comenzaba a adquirir velocidad para dejar tierra. Apenas se movió en su asiento cuando el avión despegó y una ligerísima sacudida recorrió la cabina de pasajeros. Le encantaba volar, pero sobre todo le fascinaba el preciso momento de elevarse y abandonar tierra firme. Miró a su alrededor para observar la actitud del resto del pasaje, y comprobó como algunos pasajeros se agarraban disimuladamente a los apoyabrazos de sus asientos buscando un aporte extra de seguridad. El tipo de al lado masculló algo entre dientes cuando la oscilación del despegue hizo algo de mella en la concentración de su lectura, la cual recuperó rápidamente después de unos segundos con el ceño fruncido y con una mirada rastreadora sobre el diario.
Se concentró en el onírico espectáculo que le ofrecía la escueta ventanilla. Para él resultaba una tradición contemplar la sucesión de nubes que el avión surcaba una y otra vez durante el recorrido. Pero en aquella ocasión algo había cambiado. Si, el avión era el mismo, el recorrido era exactamente como siempre, las nubes, aunque con caprichosas formas diferentes, no dejaban de ser nubes, e incluso los pasajeros parecían ser los mismos de otras ocasiones, como si hubiesen sido cortados por un mismo patrón. Inconscientemente, metió la mano en el bolsillo derecho de su pantalón, tanteó hasta encontrar el teléfono móvil y lo sacó. Sus dedos volvieron a buscar con éxito instantáneo el botón de encendido del que había hecho uso apenas unos minutos antes, y le devolvieron la vida al aparato con una breve pulsación. A la mierda la normativa. Sus ojos estaban posados sobre la pantalla, ávidos de que la imagen de ella apareciera de nuevo en el cuadradito de cristal liquido y volviera a sonreirle...y así fue. Esta vez no tarareaba ninguna canción, tan sólo aguantaba la respiración, y después de unos instantes en los cuales su cuerpo permaneció en el más absoluto de los silencios, sus labios volvieron a entreabirse, pero no hubo música, no hubo aire que escapara de la prisión de su boca, solo fue capaz de proferir un "te quiero" que consiguió evadirse desde lo más profundo de su alma.
Esta vez el tipo vecino se giró rápidamente en un escorzo de cuello más brusco que antes, y su mirada danzó unos instantes entre él y el móvil que tenía entre las manos, acertando a distinguir la imagen de la pantalla. Una sonrisa fue lo único que el señor de tamaño respetable acertó a dedicarle. Pero el no se percató ni lo más mínimo: de nuevo estaba ensimismado. Sabia que aterrizarían dentro de veinte minutos, que ella le estaría esperando en el aeropuerto, y que después de nueve meses de idas y venidas y de superar todo tipo de avatares, su vida juntos daría comienzo. Una enorme sonrisa de felicidad le baño el rostro junto a los últimos rayos de sol que el día ofrecía...
*la imagen es una obra de William Rimmer, titulada "Fall of Day" o "Evening", que representa la caida de Apolo, el dios sol, cuando llega la noche. La imagen fué tomada por Led Zeppelin como portada y logotipo de su compañia de discos.
4 comentarios:
Guau... mira que escribes bien, cariño, deberías dedicarle mas tiempo, en serio.... y espero realmente que ese vuelo tenga lugar prontito, estoy deseando que llegues!!!! Te quiero ;)
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